El proyecto: privatizar las pensiones
El pecado de los demás no lo hace santo a uno
El Sistema Privado de Pensiones se creó para proporcionar cobertura a la mayor cantidad de personas con un costo fiscal mínimo para el estado y un sacrificio mínimo en los recursos de las personas. Si bien de esto último no tengo certeza, espero haya sido así; de hecho no se si existe la documentación pertinente que establecía claramente los objetivos, recursos, y restricciones cuando se elaboró el proyecto en el año 1992. En todo caso para simplificar esta evaluación se tendría un objetivo principal a alcanzar con dos restricciones muy claras. Ese fue su objetivo y lo sigue siendo a mi entender. Aunque el sistema podía tener otros objetivos secundarios supeditados al primero -que las pensiones sean lo mayores posibles, obtener la mejor rentabilidad de los fondos con el menor riesgo, mejorar la infraestructura del país con capital fresco que evite la intermediación financiera, entre otros-, el objetivo principal por el cual fue formado era proporcionar una pensión a la mayor cantidad de peruanos; es decir maximizar la cobertura. Los que hemos manejado proyectos sabemos que no se puede maximizar todas las variables a la vez; hay que sacrificar algunas en detrimento de otras, según los recursos y restricciones con las que contemos. Es casi imposible en proyectos complejos -sobre todo en los de largo plazo-, en los que hay variables que no son controlables, cumplir con todos los objetivos a la vez. Es como en el fútbol, no es usual ganar, gustar y golear.
¿Cual era nuestro proyecto? Privatizar las pensiones. ¿Y cual era su objetivo? Maximizar la cobertura. ¿Cuales eran los recursos necesarios? Ninguno, pues se suponía que el sistema seria auto sostenible a un costo fiscal nulo para el estado y un costo mínimo para sus afiliados. Sonaba realmente bien cuando lo disertaba de esta manera José Piñera, su creador.
Para dicho fin el Perú desarrolló en el año 1992 un proyecto que consistió en la privatización de los fondos de pensiones a través de entidades privadas con fines de lucro que las administrasen eficientemente, AFP. La idea había sido puesta en marcha por Jose Piñera en Chile diez años antes y se tomó tal cual en Perú. Sin embargo tanto en Chile como en Perú el proyecto partió de supuestos frágiles que no fueron claramente evaluados: se supuso que en los siguientes años el Perú gozaría de un mercado de trabajo formal, con trabajadores que pudiesen ser contratados hasta los 65 años, una baja rotación laboral y remuneraciones dignas. Pero la realidad de los siguientes veinte años dictó otra pauta.
Los ciudadanos que no tenían trabajo no podían cotizar, los mayores de 50 años no encontraban trabajo, y gran parte de los trabajadores percibían una remuneración mínima menor a la canasta básica familiar, por tanto preferían abstenerse de aportar para atender necesidades más urgentes: educación, salud, vivienda, recreación. Necesidades que de no ser cubiertas no les permitían llevar si quiera una vida digna, y sin vida digna no existe una vejez digna claro está. Desde mi punto de vista esta es la gran miopía de la ley del SPP y de la ONP: sacrificar extremadamente al afiliado y su familia por un futuro incierto a los 65 años. Los ahorros son generalmente buenos, pero se ahorra lo que es posible ahorrar. Es inaceptable pedir que se guarde "pan para mayo" si no se tiene qué comer en enero ni un techo donde vivir en febrero.
Para dicho fin el Perú desarrolló en el año 1992 un proyecto que consistió en la privatización de los fondos de pensiones
Lo que ocurrió es lo que ocurre con las personas racionales: definen sus prioridades. Sin embargo acá persistimos en enrostrarles su “miopía de la juventud” (¿miopía de juventud que que dura hasta los 65 años..?). El argumento que esgrime que otros países te fuerzan a ahorrar es falaz; cada país maneja su sistema de pensiones de manera diferente con prerrogativas únicas[1], tan es así que ni siquiera la comisión que se paga es comparable[2]. En otros países se prohíben los casinos, en Perú no. En otros países hay sistemas de pensiones que entregan el 100% del fondo, en Perú no. En otros países los medios de comunicación tienen una ley de medios que los regula, en Perú no. En otros países no hay fuerzas armadas, en Perú sí. Los países son soberanos y toman las decisiones de acuerdo a su propia filosofía, se toma lo mejor de otras realidades y se evalúa si encajan en la nuestra, y recuérdese que la nuestra es el liberalismo.
Como país pobre y fragmentado políticamente los proyectos que emprendamos deben tener prioridades básicas, partir de consensos políticos, ser simples y alcanzables, con logros modestos pero sólidos. En una palabra; lograr objetivos concretos, y de allí en más avanzando un paso damos el siguiente.
La creación del SPP -a través de las AFP- consistió en un proyecto que desde mi punto de vista no ha podido cumplir con su principal indicador de éxito: generar la máxima cobertura, entendiéndose la cobertura como la protección a la mayor cantidad de personas. Sin embargo sus defensores -de manera casi dogmática- le engarzan esa responsabilidad a la informalidad laboral - un supuesto que no se cumplió- y más bien resaltan una y otra vez -de manera monocorde- que la rentabilidad de los fondos de pensiones es una prueba de su éxito.
El fondo no ha crecido necesariamente gracias a la mano invisible de Adam Smith, sino a la mano visible del estado sobre los bolsillos de los trabajadores. Eso no es neoliberalismo.
Si bien la rentabilidad ha sido muy buena, ésta no constituye el objetivo final del sistema, más aun si la rentabilidad no se traduce en buena pensión (la pensión es tan baja que en promedio entre el 20% y el 63% del fondo no será utilizado por el afiliado) y no llega más que a una parte pequeña de la población. Por otro lado la rentabilidad no ha sido gratuita pues ha tenido un costo para los afiliados llamado “comisión” que ha representado aproximadamente el 20% de todos sus aportes (véase la comisión por flujo no es por flujo). Ni qué decir del costo adscrito a los aportes por el seguro de invalidez, que por cierto en Chile lo paga el empleador. Por tanto, las personas que hablan de la rentabilidad como única variable de éxito deberían recordar la famosa frase de Milton Friedman: “No hay lonche gratis”, al menos no lo ha habido para ningún afiliado.
Por otro lado, también se resalta como indicador de éxito que el sistema haya acumulado más de cien mil millones de soles. Pero nuevamente ese no es el indicador de éxito del proyecto. Lo único que muestra esta cifra es que la economía del Perú ha crecido y con ello el número de afiliados obligados al sistema, además la rentabilidad ha constituido gran parte de ese fondo. Esos cien mil millones reflejan crecimiento macroeconómico, afiliación forzosa de dependientes y ahora (quizás) también de independientes, y muy buena rentabilidad, pero no reflejan éxito del sistema. El fondo no ha crecido necesariamente gracias a la mano invisible de Adam Smith, sino a la mano visible del estado sobre los bolsillos de los trabajadores. Eso no es neoliberalismo.
Habiendo señalado estos puntos, considero que está totalmente a nuestro alcance reorientar el proyecto. Estoy convencido que con algunos cambios realmente menores la cobertura se incrementaría sustancialmente; dos de ellos los propuse en una serie de artículos llamados Pensiones, libertad y muerte. Con libertad y libre mercado rigiendo la administración de los fondos de afiliados pasivos (los pensionistas) la preferencia por las AFP se dispararía, sin un sol del tesoro público ni un sol de los afiliados! Además, por si fuera poco, al implementar las dos reformas propuestas las mismas AFP se beneficiarían con el incremento de la cobertura; la mayor cobertura generaría mayores ingresos por comisión pues más afiliados aportarían al sistema, sus gastos fijos se diluirían y finalmente las comisiones bajarían; eso a su vez atraería más afiliados. Un círculo virtuoso que detendría esta discusión permanente en los medios de comunicación, discusión que nos desangra y que se perpetuará si no existe un consenso político sobre lo que hay que hacer. Por qué no se hacen esas u otras reformas es una pregunta que solo las autoridades pueden responder, y que los medios de comunicación, los centros de investigación, deberían exigir. Seguir diciendo que la informalidad es la culpable es incorrecto, el proyecto asumió un supuesto equivocado y ahora está pagando el precio.
Habiendo señalado estos puntos, considero que está totalmente a nuestro alcance reorientar el proyecto. Estoy convencido que con algunos cambios realmente menores la cobertura se incrementaría sustancialmente.
Por último, es un lugar común para algunas personas que tienen presencia en los medios aludir a la ONP cada vez que el SPP recibe alguna crítica constructiva. En vez de reconocer errores en el diseño de la ley señalan una y otra vez que el Sistema Nacional de Pensiones es peor, que está quebrado y que sus pensiones son menores que el sistema privado(..). La ONP está desfinanciada por malos manejos y su costo fiscal es altísimo, eso se sabe hace mucho, pero cualquier economista serio sabe que los sistemas de reparto no quiebran; si hay déficit este se financia con el tesoro público. Ahora, de la misma manera que el sistema nacional, el sistema privado no se autofinancia - otro supuesto equivocado-. Gran parte de las pensiones del sistema privado las financia el estado a través del bono de reconocimiento asi como los bonos de pensión mínima y pensión complementaria. Aunque suene inverosímil de cada diez soles pagados en los últimos diez años por todas las AFP, 3.7 soles fueron pagados por el estado a través del bono de reconocimiento[3], osea el 37% todas las pensiones. No podemos saber cuanto se pagó en bonos de pensión mínima y pensión complementaria pues dicha información lamentablemente no se encuentra publicada.
En todo caso ¿por qué no se desactiva la ONP de una vez como se hizo en Chile? De ese modo todos sus afiliados migrarían al sistema privado y el problema estaría si no resuelto, casi resuelto. Si seguimos explicando el poco éxito del sistema privado con los errores del sistema público o si persistimos en decir que otros países han adoptado el sistema de AFP sin modificación alguna poco o nada va a cambiar, pues como escribió el novelista francés Jean Cocteau “el pecado de los demás no lo hace santo a uno”.
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[1] Panorama de las pensiones. Sistema de ingreso al retiro de 53 paises. Edward Whitehouse. Banco Mundial.
[2] Diez años del Sistema Privado de Pensiones. Avances, retos y reformas. Eduardo Morón – Eiana Carranza.
[3] Fuente SBS. Cuadro ”Ingresos y Egresos del Fondo de Pensiones”